Entre el
semicírculo y la sombra de la calle, existe esta ventana que se apiada, cuelga
el papel en la arrugada forma de los vientos, casi que veo la ceniza apropiarse
y preguntando: ¿quién es la tercera voz? Aquí no sobran manos que pellizquen
ese rubor que nace de la aureola, la lengua ha hecho el recorrido, ante ti: la
lámpara, la sombra del adoquín, un timbrar de almas vista a través de las manos
de la gitana, con flores en la cabeza esta gitana que en cuclillas te mira
efervescente, al lanzar la primera carta, no hay adioses, el armónico sentido
de las horas en su dieciocho mes maya, un médico por favor que mis orejas
estallan, el calor aumenta en la vasija, no han soltado las palomas, esta es la
última carta dice la gitana, esta es tu suerte, pero los ojos han cerrado el
filo intenso de la
Guillotina, maldita la cuerda que marcó mi cuello, las
muñecas, los pies con que te dije un día a la sombra de los valles: no hay aves
que te sueñen, no hay trinos en mi almohada. El dilema se ha planteado. En
puntillas entro y la luz dolió en las calles cuando solo hablé de los
fantasmas.
Enorme bicéfalo
que es POESÍA LIBRESPACIO
viernes, 27 de abril de 2012
Si seguir conejos fuera a decirme que soy zorra
Huí, eso es cierto,
en un barco bostecé al mismo tiempo que mostré por primera vez el arte/facto,
casi el ruido de la gente me aturdió sin el café de las mañanas, colgaba, sí,
en las manos que alcé para mirar en la distancia, y tu nombre estampado en la
muralla, de blanco cal, rodeado de unas hormigas gigantes, huí a la calle inmerso
y levitando entre el musgo que debería roerme con tantas varas para detener ese
ejercicio que se acerca. Después la calma. El mar desmitificado entre las
aletas del delfín, la noche, un viento borracho que olía a primavera, un
caracol vendido que cabía en los labios y al soplar, la noche iba dejando sus
huellas. Donde existen plumas y los ojos que te miran entre ellas, puse las
manos para sostener la imagen. Tu cuerpo crecía, era el puente y yo una lengua
absurda que buscaba. Huí, eso es cierto, mi amarre fue débil, hecho de algas,
naves justicieras con banderas reales y cañones reales y alturas reales que no
alcanzo a ver, a pesar del techo acristalado.
Esperaba que un
árbol ó la sombra de él, limara estos cayos que emergidos a viento de levante,
obraron para confundirse en el riesgo de atrapar a la última mariposa. Esa
tangueada de papel doblado. Sobre los dos siglos que la tormenta desvío y no
pudimos contestar, mi espera, la noche al lado de una fuente que detiene y
circula el camino hacia dentro. Huí, eso es cierto, pero también, siendo hijo
de la noche, sin ojos diurnos, rojísimos, entre las piernas me pesó, irguió,
casi que estalló el símbolo y el émbolo que manchó la cortina de los labios.
lunes, 16 de abril de 2012
Marie Cármen
¿Abrir
una sílaba?
Si tras el Cristal queda
la huella
de tu
aliento,
y también,
la palma húmeda;
Alondra vendrá a buscar
tu sombra,
tomará
tu mano,
y
besará
(¿eso
en ti que olvida?)
tu contorno.
Podrás
decir su nombre
sobre tu visión-orgasmo
que
recitas
frente
a la ventana.
Ver
el Cristal y no su sombra,
en
los ojos de quien busca en ti
el Nombre Oculto
por las manos de
Michelle.
Ella
tomó tu cuerpo comparándolo,
y
decidió ser el espejo,
escucharte,
gimiendo,
pedir auxilio.
Lo
demás… lo callaste
y
tu espalda fue, al fin, el arco
de tu
nombre.
remordimiento en primer grafo
El
día terminó antes,
ni
tus ojos, ni el albatros condensaron para siempre
el
joven que curó la sombra con su música;
las
aguas te atraparon,
y
hubo un grito marcando la fuerza de tu cuerpo.
No
supiste que hacer con la sonrisa
cuando
cerró, tras de ti, la puerta y casi no hizo falta
esa
falta de nostalgia.
Fue
la niebla
y
la luz quienes abrieron las rodillas,
ante
esa distancia que fue tuya hasta el último momento;
hubo
paredes y arañazos,
sangre
contra la cara del joven
que
parecía un albatros con su pico hundiéndolo
en
tu cuerpo.
No
supiste que hacer con tanto grito;
acaso
pensar en cómo se extirpa el asco,
el
frío frente al mar,
la
noche que empujaron tus ojos
y
huiste desnuda dentro de un coro tendido sobre el sueño;
creer
la música nacida desde el fondo,
negar
ese silencio contrahecho incrustado sobre un mirto.
Fue
la niebla
y
las ganas de tocar la línea quienes lanzaron tu voz,
ante
esa falta de nostalgia.
sonar como un árbol
Dos
palomas asimilan la mañana mezclándose,
susurran
hacia dentro y desconfían
el
silencio del hombre que las mira.
El
coro niega su canto
que
convertido en palomas
destacan
al ojo perpetuo.
El
hombre alza la mano,
quiere indicar el camino pero algo lo detiene.
El
coro se asusta.
No
crece el árbol sobre adoquines,
extraídos de las selvas
donde el gusano, también
calcó un poema
para nombrar a la noche.
Esta
luna se empuja hacia arriba
y
ve detenido el movimiento.
Redoble
de tambor.
El
hombre afirma pero es una estatua.
La
mañana,
el redoble,
las palomas,
obligan
al hombre
a no besar
y sentir
(con escamas de dragón)
ese
nevado metal que marca la carne.
El
coro atrapa palomas y las despluma en un magnífico aplauso.
El
hombre ha llegado tarde,
ya
la luna se fue y quedó solo la bahía.
sapos humanos
El ojo del pez húmedo brincó la empuñadura
y sobre mi cuerpo extraño, ella, que decía ser mi madre,
también, dijo muchas cosas sobre los parques en que nací.
Ella era una ventana que cerraba
y yo no supe como fui a parar sobre sus brazos,
el pasto era suave y eran sus brazos alas constrictoras,
tomándome por uno de estos cuellos odié la forma de mi madre.
Pero amé el sonido que crecía en mi garganta,
tuve ranas de seis patas hundiendo su sexo sobre la mucama,
y un tren pequeño donde me ataba a su raíl,
mientras encendido y distante venía,
yo rezaba que, con su impacto, soltara mis cuerdas.
Hoy el ojo del pez rozó mi carne
y pasó su cuerpo entre mis agujeros,
yo no estuve ahí para gritar,
sólo la cola del pez hizo el esfuerzo,
y no me vi traspasado;
era la noche del pez y su ojo fijo fuera del mar.
búsque-dad
si es que a través de un piano deshace la música
tu nombre buscando a tu nombre
se lava las manos en aceite
y el polvo crecido trae a gritar los mil encuentros
de tu nombre cegado en el ciruelo
de esa rama también arriesgada
en los charcos que evita siendo pequeña
si es que el ala rompe la fuerza del viento
con esa gracia arremolinada besando la fuente
que manaba y crecía de los pisos limpios por mi no-madre que sufrió
diciendo las verdades
y elgiendo por si misma a la noche
como plataforma de los cuentos
que me durmieron las pesadillas
y también me durmieron los días que tuve para abrazar y gritar tu nombre
en el piano de uñas que en mi espalda hundían el tamaño de la muerte.
tu nombre buscando a tu nombre
se lava las manos en aceite
y el polvo crecido trae a gritar los mil encuentros
de tu nombre cegado en el ciruelo
de esa rama también arriesgada
en los charcos que evita siendo pequeña
si es que el ala rompe la fuerza del viento
con esa gracia arremolinada besando la fuente
que manaba y crecía de los pisos limpios por mi no-madre que sufrió
diciendo las verdades
y elgiendo por si misma a la noche
como plataforma de los cuentos
que me durmieron las pesadillas
y también me durmieron los días que tuve para abrazar y gritar tu nombre
en el piano de uñas que en mi espalda hundían el tamaño de la muerte.
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