La señora que está encima de mí, golpea un bolígrafo contra
la baranda,
ella espera la respuesta;
alguien sale de una oficina y me vigila;
un piso más abajo el encargado vende su última baratija,
nadie sabe cómo hace pero está allí ofreciendo algo
innecesario;
en mi horizonte se trabaja: organizando cada alma como un
libro;
no es necesario decir que yo me oculto;
la señora que está encima de mi habla de la guerra como si
fuera un pasatiempo,
aún espera la respuesta;
ese que sale, la toma por el brazo, la confunde, la irrita,
la muerde,
y no sabe disculparse por los vientos;
un piso más abajo el encargado no ha vendido su última
baratija,
nadie sabe cómo hace pero está allí observando algo
innecesario;
no es preciso decir que yo me oculto;
la señora que estuvo encima de mí, ha callado, un pedazo de
ella cuelga en la baranda;
ya no hay pisos más abajo, no hay encargado, no hay
baratijas,
nadie supo nunca cómo hizo;
en mi horizonte se trabaja con dos manos organizando cada
libro;
no es
necesario decirlo: yo me oculto.
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