Entre el
semicírculo y la sombra de la calle, existe esta ventana que se apiada, cuelga
el papel en la arrugada forma de los vientos, casi que veo la ceniza apropiarse
y preguntando: ¿quién es la tercera voz? Aquí no sobran manos que pellizquen
ese rubor que nace de la aureola, la lengua ha hecho el recorrido, ante ti: la
lámpara, la sombra del adoquín, un timbrar de almas vista a través de las manos
de la gitana, con flores en la cabeza esta gitana que en cuclillas te mira
efervescente, al lanzar la primera carta, no hay adioses, el armónico sentido
de las horas en su dieciocho mes maya, un médico por favor que mis orejas
estallan, el calor aumenta en la vasija, no han soltado las palomas, esta es la
última carta dice la gitana, esta es tu suerte, pero los ojos han cerrado el
filo intenso de la
Guillotina, maldita la cuerda que marcó mi cuello, las
muñecas, los pies con que te dije un día a la sombra de los valles: no hay aves
que te sueñen, no hay trinos en mi almohada. El dilema se ha planteado. En
puntillas entro y la luz dolió en las calles cuando solo hablé de los
fantasmas.
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