Dos
palomas asimilan la mañana mezclándose,
susurran
hacia dentro y desconfían
el
silencio del hombre que las mira.
El
coro niega su canto
que
convertido en palomas
destacan
al ojo perpetuo.
El
hombre alza la mano,
quiere indicar el camino pero algo lo detiene.
El
coro se asusta.
No
crece el árbol sobre adoquines,
extraídos de las selvas
donde el gusano, también
calcó un poema
para nombrar a la noche.
Esta
luna se empuja hacia arriba
y
ve detenido el movimiento.
Redoble
de tambor.
El
hombre afirma pero es una estatua.
La
mañana,
el redoble,
las palomas,
obligan
al hombre
a no besar
y sentir
(con escamas de dragón)
ese
nevado metal que marca la carne.
El
coro atrapa palomas y las despluma en un magnífico aplauso.
El
hombre ha llegado tarde,
ya
la luna se fue y quedó solo la bahía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario