El mar no existe, sino la voz y
el camino que atreve risas inmortales
mientras se despellejan entre
sí.
Y cómo las agujas marcaron el uso de la carne,
no se paga esa gota que resbala entre dientes;
y cómo negaron la entrada en la plaza de todos los jinetes que traían
la bandera…
Alaban el jazz, se afilan
completos de luces,
muerden lo que erijo en ti, y lo
que juzgan de los cielos;
y el no-mar, una frontera que da
cuerda a un témpano.
Preparan las plataformas (¿?),
también se escurre la voz, que no es sino ahora el mar;
pues ya que hoy soy tu siglo y mañana, bueno, amanece…
Abandonan la costa de mi isla
con los sueños de no ahogarme.
Ocultan las cosas del deber ser,
y el deber decir y el deber escuchar,
y
al no-mar que fluye por el tragante de la bañera.
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