Muecas.
Londres. Puente. Lluvia.
El ácido que envuelve los pasos de las cabezas cortadas.
Bendita soledad esa que amaga y entre palmares besa su
ostra, adentrándose.
Arrastran al tuerto hacia el entramado que hace la bruma.
Y beso contigo el tú que has desaparecido entre la tintura
evasiva de la caña santa.
Londres. Único disparo en el puente. La lluvia.
Plantas la nube, esa espesa silla que actúa
deliberadamente.
Estremecemos tu cuerpo en cuanto tú amagas el soliloquio
con viejos seudónimos episcopales.
Estropeado, absurdo, bendecido, muerto, desierto, fantasma.
Tu cara a través del cristal.
Tu cara al cristal de tu cara.
Tu cara estrecha alejada del paréntesis.
Tu piel es Londres y se me va convirtiendo en una isla.
Único disparo en el puente. Esta lluvia que no cesa.
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