Paradiso
Como final tienes la costa y existen manos ahorcándote en
la sombra,
lentamente se enfrían los huesos, tiemblas.
Almas del desierto, tu alma desierta cierra la puerta en la
nariz.
Bajo soplos de un blues embriagante,
danzas cualquier ciudad que emigre.
Lanzan cadenas al peor desafío de lo inexistente,
y viene el palo sobre la espalda
y te doblega.
Ella te escondió en el pecho de su historia y su añoranza,
no quererla en la noche, fue una guitarra silenciosa.
Un barco deja el muelle,
ve cabezas flotando sobre los gatos del tejado,
arma la costura de caminar cerca de la frontera
y son mis canciones
y los dolores y los ritos
pasaje al otro referente.
Frenan las nubes;
seguro que tu nombre es el camino
donde no puedo seguirte.
Sombra-mano del jazz que estrangula los acordes;
y te enamoras del grito final de este poema,
donde el casi beso de la estatua, eres tú.
(Están tus
años mirándome
los ojos que
migran secos de luna;
alguien no me
deja destruirte.)
Los gatos están allí, cazando tu recuerdo,
encima del muro,
en la misma frontera que ata las manos y crea la imagen de
las hojas
cayendo desesperadas ante
nosotros.
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